A qué sabe lo prohibido? Para mí que sabe a óxido, porque a eso sabe la sangre, la sangre que sale de tu lengua cuando la muerdes para no decir lo que quieres decir, lo que sientes, lo que deseas. Pero ese sabor se va instantáneamente y en el preciso momento en que lo revelas, en que le cuentas a alguien de tus deseos prohibidos, o del riesgo de que algo prohibido pueda llegar a tener lugar. En ese momento, la boca te sabe amargo, o sin sabor, tal vez, como cuando no has comido nada ni tampoco hablado por mucho tiempo. Desde ese momento empiezas a preguntarte por qué lo dijiste, para qué y con qué fin, empiezas a renegar de que no había necesidad, de que no tenías que decir nada, que eso sólo eran ideas pasajeras y absurdas que se te pasaron por la mente, pero en el momento en que las verbalizas, se convierten en acciones. Se convierten en las acciones que tal vez nunca llegarías a cometer, pero al haber confesado tus intenciones, te conviertes en sospechoso, en potencial culpable.
Pero, cómo saber cuándo es justo decir lo que pasó por tu mente o cuándo es mejor dejar pasar esas ideas que se irán en algunos días? Cómo saber si era un capricho o algo por lo que te deberías sentir culpable? Tal vez debería yo aprender del hecho de que cada vez que develo mis intenciones prohibidas algo no tan bueno pasa, y ese momento se eterniza, convirtiendo ahora lo que podría ser sólo un capricho en algo significativo.
Tantas veces se ha arruinado mi mente por dejar a la palabra intervenir....
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2 comments:
cierto
Totalmente cierto.
La prueba definitiva del pq la gente prefiere vivir engañada
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